Manuela Perez's Obituary
Hacer un amigo es una gracia
Tener un amigo es un don
Conservar un amigo es una virtud
Ser tu amigo es un honor
Hace muchos años, en la vieja Managua, eran tres amigos que trabajaban en la misma institución. Con alguna frecuencia, después de su jornada de trabajo, ellos salían a compartir su roncito de chilita, la famosa Santa Cecilia, un ron muy popular de esa época. Estos tres caballeros eran: Ramon Rocha, Pedro Ramírez y Felipe Perez. En ese entonces, ellos estaban muy lejos de imaginar cómo se iban a entrecruzar los destinos de sus hijos. Ni a Felipillo, ni a Ramon, se les ha de haber pasado por sus mentes que sus hijos Felipe y Manuela unirían sus vidas en matrimonio. Mucho menos, a Pedro y a Ramon se les hubiera ocurrido imaginar la amistad que con el tiempo nacería entre sus hijas.
Doña Esperanza Romero de Rocha, madre de Manuela y una destacada profesora de ciencias y biología, toco la vida de muchos estudiantes y entre ellos la de mi hermano Rodolfo, mi esposo Alberto y la mía, también, por varios años durante nuestra secundaria en el Instituto Ramírez Goyena.
Ustedes estarán pensando: ¿y, a que viene toda esta historia? Bueno, pues simple y sencillamente quise hacer esta referencia para que los que desconocen estos detalles comprendan que mi amistad con Manuela no nació de un día para otro, si no que nació con nuestros padres y a eso se debe el fuerte vínculo que siempre nos unió, pues ya existían raíces profundas.
Un día, yendo hacia la UNAN, el autobús se detuvo para recoger mas estudiantes. Vimos entonces como se subía, de una manera muy graciosa, una joven morena, con la minifalda más corta de Managua y con unas piernas espectaculares. Era la primera vez que miraba a Manuela, allá por los años 70s y todos los que estudiamos en la UNAN, en esa época, conocimos y recordamos a Manuela por sus bellas piernas y sus famosas minifaldas.
Luego, empezamos a trabajar juntas en el Instituto Nacional de Comercio. Fuimos descubriendo las conexiones que existían entre nosotras. Su padre Ramon Rocha era amigo de mi padre Pedro Ramírez y habían trabajado juntos en el Banco Nacional. Su madre, Esperanza Rocha, había sido nuestra profesora en la secundaria. Don Ramon era un fino caballero en todo el sentido de la palabra y tenia por hobby la jardinería. Un día Manuela me invito a visitar su jardín y me enamore de una enredadera que él llamaba “paraguita chino”. Cual es mi sorpresa que un día se aparece Manuela, por mi casa, con un hijito de esta planta que Don Ramon había cultivado con mucho cariño para mí. No he vuelto a encontrar esta planta nunca más. Mi planta se secó al quedar en el abandono, pues tuvimos que emigrar, pero en mi corazón quedo guardado ese gesto tan delicado de parte de él.
Manuela era el lazo de conexión entre las dos familias. Siempre me sentí muy querida y apreciada por los Rochas y los Perez Rochas. Así como ella me procuro el amor de su familia, de esa misma manera ella se fue uniendo a la nuestra. Para los Morales y los Ramírez Cano, Manuela no era una simple conocida, ella era considerada un miembro de nuestra familia. Siempre andábamos juntas en diferentes actividades y reuniones. Nuestros pequeños hijos Rodrigo y Aaron eran mejores amigos y jugaban juntos por largos ratos. De esta manera, mi querida Nuela se convirtió en la famosa “Tía Manuela” de mis hijos, donde sin existir una sola gota de sangre en común, nació un estrecho lazo de amor entre la Tía Manuela y sus sobrinos Monica, Alberto y Aaron.
Todos sabemos que ella era una mujer de familia. Para Manuela, antes que nada, la familia venia primero y mis hijos y nietos tuvieron la dicha de tener la mejor tía del mundo. Ella siempre fue un ejemplo de hija, hermana, madre y amiga. Todos los que conocemos a Rodrigo, Emma y Alejandra podemos dar fe del excelente trabajo que ella realizo con sus críos.
Cuando nacieron las pequeñas gemelas, ya el destino nos había llevado por diferentes rumbos. A pesar de que no estuvimos cerca de ellas físicamente, Manuela si les inculco el cariño y la familiaridad hacia su familia Morales. Siempre nos daba mucho gusto que las veces que visitamos Miami, nuestras sobrinas Emma y Alejandra nos recibían con mucho cariño y nos trataban con el mayor respeto y familiaridad.
Además, Manuela era una mujer muy fina y de muchos detalles. Siempre nos acompañó tanto en los momentos tristes, como en los alegres. Ella estuvo presente en bodas, bautizos, comuniones, cumpleaños. Su presencia no pasaba desapercibida. Ella era el alma de cualquier fiesta, siempre desbordando alegría. Tengo muy vivo su recuerdo de las últimas vacaciones que pasamos juntas, cuando se subió al tablao, de un restaurante en Long Beach, a bailar y compartir la alegría de las bailarinas de flamenco. Así era ella, espontanea, desbordante de energía, salud y alegría. Por donde pasaba dejaba huella y es por eso q se me hace muy difícil pensar que ya no está con nosotros.
Mi Nuela querida, el Señor cerro tus ojos y te dio la paz. No quiso que siguieras sufriendo la crueldad de ese extraño mal. Te nos has adelantado, ya descubristes el gran misterio y te has unido a tus Padres Ramon y Esperanza. Gracias por haber sido una gran amiga y una excelente hermana del corazón. También te agradezco por todo el amor que le distes a tus sobrinos Morales y a la vez por haberles inculcado a Rodrigo, Emma y Alejandra el amor hacia sus primos. Sembrastes amor y lo cosechastes también. Dejastes tu marca en todos nosotros. No me queda mas que decirte: “hasta luego amiga, muy pronto nos volveremos a ver”. Vivirás por siempre en nuestros corazones.
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