Anonymous
Obdulia Fernández-Nuevo
DEP
1 de junio del 2010
Hoy me he tomado la libertad de escribir unas palabras para honrar la vida de Obdulia Fernández-Nuevo. Para mi Llullita, o la licenciada, no era solo la prima hermana mayor de mi madre. Desde que tengo uso de razón ella ha estado presente en nuestras vidas. No hay evento familiar, y las fotos son prueba de ello, donde ella no estuviera.
Llullita es sinónimo de belleza, inteligencia y elegancia. Fue linda por dentro y por fuera. Su inteligencia la llevo a destacarse como la farmacéutica donde todo el Viejo San Juan iba a pedirle su opinión. Recetaba para todos y sin embargo ella no tomaba ningún medicamento. ¡Así es la ironía de la vida!
Llullita o Mama como le decía Tony siempre estaba impecablemente vestida y arreglada. Su pelo de peluquería y por mucho tiempo uno sabía que ella estaba presente por el ruido que hacían las múltiples pulseritas de oro que se movían en su brazo.
¿Qué aprendemos de su vida? Aprendí de ella que cuando a uno le gusta su trabajo, lo hace con orgullo y sin quejarse. Trabajó largas horas, toda su vida y muchas veces de pie y jamás jamás se quejó o retiró. ¡Era feliz en la farmacia!
Llullita fue un ejemplo para la familia de tenacidad, fortaleza y perseverancia ante la adversidad. Tomó decisiones y aceptó las consecuencias de éstas sin lamentos ni resentimientos. Se casó enamorada porque me lo confesó. Por eso la famosa epístola de San Pablo a los Corintios nos recuerda que el que ama,disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites y aguanta sin límites.
Llullita heredó la ingenuidad e inocencia de su madre, Llulla. Tenían ambas la habilidad de dormirse sentadas en plena conversación. Tuvo la suerte de poder vivir con sus padres y su querido hermano Toñito hasta que ellos pasaron a vivir en la gloria del Señor. Que yo recuerde nunca cocinó y nunca le falto la comida. Nunca aprendió a conducir y sin embargo conseguía quien la llevara y la trajera. Eso se llama aprender a vivir como las aves del cielo y los lirios del campo.
Su logro más importante, si se lo hubiera preguntado, me contestaría, el de ser madre. Tony fue su orgullo y gloria. Había que ver lo encantada que lo cogía del brazo. Contenta estaba de que su hijo se graduó de Harvard y de que sus méritos habían sido publicados en el periódico. Madre e hijo tenían una relación muy especial.
Le dio a Tony, todo, y a veces se puede decir que hasta demasiado, pero así es el amor de madre: ciego e incondicional. Cuando Tony vivía en Boston, la llamaba todos los días y ella le decía a todo el mundo lo buen hijo que él era.
Llullita vivía en la casa de la esquina donde vivíamos nosotros en Puerto Rico. Sabíamos si ella estaba en la casa por la luz de la lámpara de Aladino a lado de la cual se sentaba. Hace mucho tiempo que esa lámpara se apagó. Llullita pudo reunirse con Tony en Miami. La luz de la lámpara se apagó. Lo que no se apagará es la luz de su alma. Hoy estamos convencidos de que goza de la luz eterna de Cristo. Viviremos recordando como ella tocó nuestras vidas y las iluminó de un color especial.
Dale Señor el descanso eterno a Llullita y que brille para ella la luz perpetua. Descansa en paz. Amén.##imported-begin##Melquiades Alvarez Fernandez, M.D.##imported-end##